El final de temporada, merecía hoy una ruta exquisita... a saber...sombra..poco desnivel..agua en abundancia..tranquilidad...su poquito de aventura...¡Demasiadas variables!
Echo mano del histórico y de pronto me sale...¡¡¡ Sinarcas y el Regajo!!
El título puede que os suene un tanto extraño...tres conceptos muy diferentes: poesía?...recuerdos?...aventura?...
Ya en el coche, la vista de amapolas al lado del camino y una conversación sobre un reportaje de TV sobre la Primera Guerra Mundial, evocaron por parte del que suscribe, un famoso poema que tenía que ver con la maldad de las guerras..Es el poema..."En los campos de Flandes" del que os pongo un fragmento...
"En los campos de Flandes
se mueven las amapolas.
Entre las filas de cruces,
que señalan nuestro sitio;
y en el cielo las alondras,
cantan desafiantes pese a todo,
vuelan oyendo los cañones de abajo..."
Por contra, el paisaje que se ofrecía ante nuestros ojos, solo tenía en común con el descrito, eso...las amapolas...¡ afortunadamente!..
El otro trazo poético, os lo ofrezco al final de la crónica y veréis el por qué..
El camino empezó en la ermita de San Marcos, lugar idóneo para aparcar y después comer: mesas, bancos, una fuente...¡ buen sitio!.
La ruta escogida era la que se dirigía bordeando el río hasta la Toba y después hacia el desfiladero de las Palomarejas, también por el río.
Hay que decir que el Regajo llevaba agua, no en abundancia pero sí, muy limpia y fresca, cosa que agradecimos toda la mañana pues nos permitió refrescarnos tantas veces como quisimos.
Nos fuimos acercando siguiendo señales hacia el paraje de la Toba...los derrumbes han ido aflorando bellos colores de tierra que dan a la zona un fisonomía peculiar.
Los pasos del río no eran complicados y casi sin mojarnos los pies, llegó la hora del almuerzo y en un prado muy bucólico...pio,pio,pio de montón de pájaros...susurro del viento entre las hojas...más pio, pio,pio...
Senderos tan intrincados de vegetación que tuvieron que salvarse a rastras por el que suscribe......y los demás también, que conste...
Aunque un labrador muy atento, al que encontramos, nos informó de la ruta, no tuvimos problemas...
Muchos veranos de mi infancia y adolescencia, los pasé deambulando por la zona pues iba a casa de unos amigos todos los años...
Las sendas, las fuentes, las áreas recreativas, los puentes semiderruidos, todo, todo, evocaba en mí, dias felices y alguna que otra aventurilla con final feliz...
Esto fueron los recuerdos
Vale, ya están los recuerdos, la aventura y parte de la poesía...pero ¿ y la segunda parte?
Como os dije, los coches y el sitio de la comida estaban en la ermita de San Marcos...allí nos fuimos pero rápidamente aparecieron unas comensales que no habían sido invitadas...
¡ las moscas!...docenas...cientos...pesadas, apabullantes, esquivas que nos hicieron cambiar de mesa, dejando tras nosotros "trampas" en las que las muy ladinas no caían...
¡ las moscas!...docenas...cientos...pesadas, apabullantes, esquivas que nos hicieron cambiar de mesa, dejando tras nosotros "trampas" en las que las muy ladinas no caían...
Mientras las espantaba, mientras preparábamos los bocatas y las frutas, venía a a mi mente la poesía muy apropiada del gran poeta Antonio Machado...
Vosotras, las familiares |
inevitables golosas, |
vosotras, moscas vulgares |
me evocáis todas las cosas. |
¡Oh, viejas moscas voraces | |
como abejas en abril, | |
viejas moscas pertinaces |
Inevitables golosas, | |
que ni labráis como abejas, | |
ni brilláis cual mariposas; | |
pequeñitas, revoltosas, | |
vosotras, amigas viejas, | |
me evocáis todas las cosas. Como os dije al principio, esta ruta ha sido la última de esta temporada... Cada final tiene un tanto de tristeza...despedidas, un nuevo comienzo, allá en septiembre... Pero me niego a estar triste...¡ al contrario!... Este final ha tenido la virtud de culminar bastantes salidas, con amigos que estimo desde hace mucho...mucho tiempo...y a los que agradezco enormemente su compañía, su apoyo y... ¡ su amistad!... |