domingo, noviembre 26, 2006

Senderismo por la Font Roja: picos y piques

Cumpliendo una vez más el ritual, nos acercamos a este hermoso paraje, esta vez en otoño. Tuvimos suerte ,pues la estación estaba “ en su punto": amarillos, ocres, tonos rojizos…quizás faltaba su pelín de frío. La temperatura era inapropiada para la feha, aunque la sensación térmica se acentuó con el intenso viento que nos acompañó toda la jornada. Me vienen a la memoria las palabras de Lorca al respecto:


El otoño ha dejado ya sin hojas
los álamos del río.
El agua ha adormecido en plata vieja

al polvo del camino.
Los gusanos se hunden soñolientos
en sus hogares fríos.
El águila se pierde en la montaña;
el viento dice: Soy eterno ritmo.
Se oyen las nanas a las cunas pobres,
y el llanto del rebaño en el aprisco.

Perdonad este arrebato, pero la verdad es que el lugar, el paisaje, las sensaciones, invitaban a la poesía. Bueno, prosigamos con la prosaica crónica. La ruta que hicimos fue la clásica. Llegada al aparcamiento, saludos, besos y abrazos. Algunos, hacía tiempo que no nos veíamos. La subida, tranquila, aunque los repechos hicieron mella en algunos ya de buena mañana. Almorzamos ¡ antes de la hora! en el Mas de Tetuán. Quien nos viera, pensaría que estábamos castigados. Casi todos cara a la pared. Y es que el viento era tan fuerte y tan molesto, que tuvimos que buscar refugio, cambiando los amplios horizontes por la vieja pared apenas a medio metro.




La continuidad hacia la cava Colomera, igualmente batida por el viento, nos hizo apresurarnos para buscar la otra vertiente. ¡Craso error!. Las ráfagas arreciaron hasta llegar a la cima del Menejador. Allí, los 1.258 metros de altitud nos ofrecieron una turbia visión del paisaje. El dia no estaba nada claro, aunque pudimos vislumbrar en la lejanía al Montcabrer y el Benicadell entre la neblina.

El regreso fue por la inefable senda de la Umbría. A pesar de la sequía, estaba resbaladiza y sé de alguno que fue a dar de glúteos( ¡olé la finura!) al suelo ( como siempre, se menciona el hecho, no al protagonista). El descenso fue amenizado por los constantes gritos de ánimo de la más joven del grupo, quien con la insultante agilidad que caracteriza a l@s dieciochoañer@s, estuvo abajo en un tristás, mientras la prudente compañía, bajaba los interminables escalones con el cuidado que merecen los años.

Lo de picos de título, ha quedado claro. Pero… ¿y los piques?. Eso pertenece a la intrahistoria de la jornada , esperando que deshechos en el olvido, queden sepultados en la hojarasca del camino y desaparezcan ¡ Así sea!.

Por cierto, a las 2 de la tarde ya estábamos en casa, lo que habla de la benignidad de la ruta.
Besos y abrazos y hasta la próxima.
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