sábado, mayo 12, 2007

Un ocho fluvial

El por qué del título. La ruta, sin tenerlo previsto, se convirtió en un delicioso paseo junto a un río, el Regajo, pletórico de belleza primaveral, con la forma de dos círculos, unidos por estrecha faja, vamos un 8.


Con el frescor de la mañana, estaba, contemplando la vista del impresionante barranco. Hacía casi cuarenta años que había hecho la ruta, y allí, junto a la Ermita de San Marcos, junto a mis compañeros, estaba viéndome con 16 años, bastante más joven, pero frente al mismo magnífico espectáculo de la Naturaleza.

Inmenso mar de trigo
mecido por el viento,
amarillas las olas,
y flotando en ellas
las amapolas.
Tallo negro,
pétalos rojos;
rojo y negro,
negro y rojo,
¡todo pasión!
Al fondo, erguidas,
las montañas,
coronadas de blanca corona,
guardianas de este mar.

Es una poesía que encontré navegando. Sin embargo, parece una fotografía fiel de lo que contemplaban nuestros ojos. Pero volvamos a la crónica
Los trigales, nos impidieron acceder directamente a la marcada senda. Tuvimos que bordear ( de ir por el borde) un poco, e iniciamos el descenso a Las Hoyuelas. La zona era la misma, pero los cambios eran evidentes: depósitos de agua para incendios, derrumbes en las yeseras, nuevos árboles…Poco a poco nos acercamos a la Toba, un terreno con laderas erosionadas y coloristas.



Las recientes lluvias habían arrastrado grandes cantidades de yesos hacia el río y tuvimos que dar media vuelta, pues el camino prácticamente había desaparecido. El regreso, ahora en cuesta nos permitió llegar a la Fuente de San Marcos, con generoso caño de agua que, aunque no mitigara nuestra sed, nos permitió refrescarnos casi al completo.


El calor ya empezaba a picar. Un agradable almuerzo, nos sirvió de ánimo para llegarnos ahora en bajada, al puente del Regajo, donde encontramos las marcas que nos irían llevando en un precioso paseo fluvial hacia Las Palomarejas.


Las mansas aguas del río, nos fueron sirviendo de reserva de frescor, la abundante vegetación, nos proporcionaba su generosa sombra, el piar de los pájaros, ponía banda sonora al momento….¡ una gozada ¡. Llegamos, tal como estaba previsto, a las cercanías del estrecho desfiladero donde el río se junta, permitiendo hacer ranfting a los más audaces. Dejamos para mejor ocasión el intentarlo e iniciamos el regreso.



La guinda de la jornada, la pusieron cuatro cabras monteses, que triscaban en un prado. No nos olieron y eso permitió que llegáramos a unos veinte metros de ellas. Nos miramos mutuamente, calibramos la situación, estábamos todos expectantes, hasta que…el breve ruido de un velkro de funda de máquina digital, las asustó e iniciaron una veloz carrera, risco arriba hasta que desaparecieron…¡ otra gozada ¡.Encontramos una pista que nos ahorró bastante esfuerzo y que nos dejó a los pies de la Peña de San Marcos. Nuevo refresquito en la fuente y ¡ para arriba ¡…literal.



La llegada al coche, un poco más pronto de lo que es habitual, hizo que nos brindásemos unas cervecitas fresquitas en el Centro Rural de las Viñuelas, cosa que el cuerpo agradeció. Mientras volvíamos, ante la dormida general, me prometí a mi mismo que regresaría para hacer la misma ruta en otoño, cuando los pardos y amarillos confieran a este paseo fluvial más encanto si cabe.

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