domingo, abril 27, 2008

De cava en cava




¡ No seáis mal pensados!. Es cierto que el sábado nos fuimos de marcha. Pero lo de cava en cava, nada tiene que ver con degustaciones etílicas burbujeantes...Más bien se refiere a la visita a los pozos de nieve de la Mariola.

¿Que tiene la Mariola que me hace sucumbir una vez y otra a sus encantos?
¿Qué tiene la Mariola que ejerce un tremendo "poder de llamada" sobre el personal?. Sorprendentemente, nuestro pequeño y habitual grupo, se vió desbordado por una gran afluencia de viejos y queridos amigos y conocidos. Incluso tuvimos ocasión de vernos el "Núcleo Duro", después de mucho, mucho tiempo.

Evidentemente, los parabienes y saludos retrasaron la puesta en marcha, pero pudimos emprender la costera de Agres,anticipo de lo que vendría después.
Sobre las 9 ya estábamos disfrutando de los colores y olores de la sierra. Las plantas aromáticas en todo su esplendor, la anhelada visión de la salvia,la grandiosa vista de la Vall d' Albaida, despertando al hermoso día, la reposada conversación, actualizando archivos...El personal quedó prendado del refugio típicamente alpino de Molí Mató y allá que se fueron a posar, todos en
armonioso declive.

Cuando nos vinimos a dar cuenta, ya estábamos en la Cava de D.Miguel. Visita, fotos y almuerzo. El sol ya picaba y quien más quien menos se buscaba una sombra. La seguida, sin señales, no tuvo dificultad alguna¡ Tantas veces he hecho ya esta ruta!.

La vista sobre la vertiente de les Fonts de la Mariola, nos recordó nuestra visita de hace unas semanas al nacimiento del Vinalopó. Curioso el ver la ruta desde el ángulo opuesto, como en el fútbol televisado.
Llegamos a la Cava Gran y pudimos disfrutar del frecor del agua que allí mismo nace.. "Agua no apta para el consumo humano" decía el cartel. Seguramente había pocos humanos, porque todo quisqui bebió a placer.
Otra cava que visitamos fue la de la Habitació. Sorprendió al personal su profundidad.
El regreso lo hicimos por el precioso sendero que en tres kilómetros de continuo descenso nos acercó al santuario.No pudimos resistirnos a un reparador descanso entre la pinada, teniendo a la vista el infinito.

Nuevo refresquito en la fuente y disfrute del panorama. Me recordó a la novela del "Nombre de la Rosa". Los altos muros del monasterio, la soledad del lugar ( el que hubiera un par de coches no afectó a la sensación), lo agreste del terreno...


Ya en los coches, nuevas despedidas y adioses, esperando que en breve nos volvamos a encontrar, siempre y a ser posible en las sendas de nuestra querida y admirada Mariola.



















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