lunes, septiembre 22, 2008

Mis andanzas por el Alto Tajo

De manera imprevista, tuve que suspender la salida por Espadán. ¿ Motivo?...Una invitación no programada, por parte de un amigo de la Sociedad Correcaminos. Se me planteó la posibilidad de unirme a un grupo de senderistas que salían hacia el Alto Tajo. No pude resistirme a la tentación y...¡ sucumbí a ella!. A las 7 de la mañana, ya estábamos subiendo al autobús que nos llevaría hasta Poveda de la Sierra, en Guadalajara, donde tendríamos nuestro centro operativo. Antes de llegar al hotel, ya hicimos la primera marcha.

Se trataba de un recorrido circular por las márgenes del Tajo, con el fin de visitar la Cascada de Poveda y la laguna de Taravilla. El paisaje grandioso, el bosque pletórico.
En el cielo, bandadas de buitres sobrevolándonos...¿quizás esperando algún cadáver de entre los senderistas?. La verdad es que tanto la cascada, como la laguna, merecieron el esfuerzo.

No estoy acostumbrado a este tipo de paisaje, sobre todo al boj, que enmarcaba continuamente la senda.


El paso del Tajo, tuvimos que hacerlo a la brava, mojándonos hasta más arriba de la rodilla. No nos importó,pues el día caluroso- a pesar de las previsiones- agradeció el remojo. El regreso lo hicimos de manera más civilizada, atravesando el río por una pasarela de pescadores.


Al día siguiente, tuvimos la segnda marcha. En esta ocasión se trataba de un largo recorrido por el Gr.66, que nos llevó por la cercana serranía de Cuenca para atravesar una preciosa hoz, la del Horcajo. Íbamos con la esperanza de ver de cerca a los ciervos que abundan por la zona. Vimos cagarrutas, huellas, pelos... pero en vivo ¡ ni uno!. ¿ Sería porque éramos muchos y hacíamos ruido? ¿ No era la hora del paseo cervuno? ¡ Qui lo sa!. El caso es que nada de nada. Tampoco pudimos disfrutar de la anunciada "berrea" que nos habían prometido. Solamente unos cuantos privilegiados, pudieron desplazarse a las tantas de la noche , con la furgoneta del dueño del hostal, hasta una zona en la sí que escucharon los berridos amorosos de los ciervos. ¡ Suertudos!.
Por lo menos, nadie nos quitó el privilegio de disfrutar de las vistas maravillosas en la hoz. Paredes verticales rojizas, contrastando con los colores verdes y otoñales que ya van apuntando...

La marcha finalizó en el puente de Martinete, donde nos esperaba el autobús que nos devolvió a la civilización.
Ya sabéis lo poco que me gustan las excursiones con mucha gente, tipo "romería". Sin embargo, debo admitir que en esta ocasión he disfrutado mucho del grupo. Cuando quería ir sólo, únicamente tenía que alejarme unos pasos y podía andar en completa soledad. Y cuando interesaba comentar algo o charrar tranquilamente, encontrabas gente con la que te sentías totalmente integrado.

Seguramente haré alguna otra salida con ellos.

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