sábado, marzo 20, 2010

Por Guara, Somontano y el reino de los Mallos

somontano


Si mi anterior viaje, el de Bolonia, fue el de las “emociones”, éste que he hecho al norte de Huesca, ha sido el de los ”flash” o instantáneas. Ha sido una sucesión ininterrumpida de destellos de arte, de historia, de naturaleza, de etnografía…Permitidme pues que os los muestre.
Vetusta no era tan sólo Oviedo

En la Regenta, Clarín nos muestra una ciudad decadente, anclada en lo gris y monótono, con callejas casi deshabitadas y aquí y allá, algún monumento medieval. Así es Huesca. Toda una tarde invertí en recorrerla y me quedo solamente con dos “impactos”: el artesonado del Palacio de los Guara y el Mueso Pedagógico.


Disfruté muchísimo en dicho museo, en el que se muestra la escuela desde el siglo XIX. Me sentí completamente identificado con las aulas, mapas, bolas del mundo, tinteros, plumillas…Todo eso lo he vivido como alumno y como maestro.

Me encantó la audioteca en la que se escuchan los versos de Machado,mientras un foco va iluminando los diferentes elementos de la escuelita rural:

Una tarde parda y fría
de invierno.Los colegiales
estudian.Monotonía
de lluvia tras los cristales.

Es la clase.En un cartel
se representa a Caín
fugitivo,y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
mil veces ciento,cien mil,
mil veces mil, un millón.

Una tarde parda y fría
de invierno.Los colegiales
estudian.Monotonía
de la lluvía en los cristales

A destacar el calentador de manos que los niños se llevaban desde casa, con unas brasitas…brrrrr ¡ qué frío!.

Visitando a los templarios

Cerca de Ibieca, hay un paraje singular: San Miguel De Foces.

Es una iglesia románica, en medio de ninguna parte, a la que hay que llegar por pistas forestales¡ gracias GPS!.

En las cercanías, un gigantesco menhir, entre los trigales…en la puerta del templo, un curioso sistema antivandálico que permite ver el interior …y toda una colección de marcas de cantería encontradas en los sillares.


La nota negra la pone la Historia que habla de que todos los monjes-soldados templarios, fueron asesinados por una banda de malhechores, cuando asistían a misa de maitines la noche de San Juan, allá por el s. XIII.Leída la historia, ni que decir tiene que me largué rápido: la soledad del lugar imponía.

Autoestopistas inesperados

Camino de Bierge, al salir de una curva, me encontré con unos extraños: dos enormes jabalíes, hozaban junto a la cuneta, impidiéndome el paso. Pasado el susto, intenté hacerles una foto, pero mirándome despectivamente, siguieron su camino, eso sí, sin prisa ninguna.

Salto en el tiempo: Alquézar

Llegar a Alquézar, capital de la sierra de Guara, es retroceder de repente a la Alta Edad Media. El pueblo, perfectamente conjuntado y rehabilitado, obliga a pasear tranquilamente por sus calles, con la mirada puesta allá en lo alto, en la Colegiata-Castillo.

La visita, con guía incorporada, seduce por lo intensa y pormenorizada. Me impactó ver unas pinturas del s. XVI en la que aparece uno de los soldados que prenden a Jesús en Getrsemaní..¡ con gafas!!. Pregunté a la guía si era obra de algún grafitero y me comentó que no, que eran auténticas y que el artista las puso como símbolo de la modernidad de la época.


Las pasarelas del río Vero

Este río, es uno de los que forman parte del conjunto de cañones de la sierra de Guara. Me atreví a recorrerlo en parte, porque han tenido a bien, el montar una serie de pasarelas que permiten la visita, con un mínimo de riesgo.

Lástima que no pudiera completar la visita por avanzar la hora de la comida y tener que buscar restaurante..¡ no me volverá a pasar!.

La Virgen escaladora

Camino de Aniés, me llegué a un paraje que me habían recomendado: el santuario de la Virgen de la Peña. ¡ No tenían otro sitio más escabroso para construirlo!.

Colgado en una pared vertical, se veía el cenobio, allá en lo alto. Consideré el subir, pero dada la soledad del lugar así como el recuerdo de los jabalíes del día anterior, desistí

aunque lo que hice fue ir caminando por la pista, hasta llegar a la plataforma de acceso, eso sí, haciendo todo el ruido posible con mi bastón…¡ por si acaso!!.

Castillo de película

Evidentemente, me estoy refiriendo al de Loarre. Es la fortaleza románica, mejor conservada de toda Europa y la verdad es que ante su presencia, se superponen los adjetivos: grande, grandioso, vasto, desmedido, inmenso, descomunal, desmesurado, gigantesco, abundante, excesivo, colosal, formidable, extraordinario, excepcional…

Lo de película, le viene por haber sido escenario de rodaje de algunas pelis ¡¡¡ no hiceron falta decorados!!!.

En los capiteles de la entrada, tres monos invitaban a los viajeros a “Ver, oir y callar”, so pena de ser decapitados por el soldado que enarbolaba la espada en el capitel de enfrente..¡ chitón!.

Irse de puente...o de puentes

Y es que no sólo me he ido de puente, sino que he visto bastantes puentes. La fragosidad de la zona, los hacía necesarios, y más en la Edad Media. Me quedo con dos, por el contraste. El primero, el de la Albarda, alto, majestuoso, preparado para las riadas. Daba un poco de vértigo el estar arriba.


El segundo, el de Loarre, mínimo, bajito, tan achaparrado que me preguntaba por dónde pasarían en caso de inundación, pues apenas sobresalía un par de palmos del caudal normal.¡ Misterios sin resolver!


Ahuyentando buitres

Me habían hablado de un paraje misterioso, el castillo de Marcuelo, entre Linás y Riglos. Allá que me fuí y mi sorpresa fue grande al ver que el dichoso castillo estaba…¡¡¡altísimo!!! Y que la única manera de llegarse a él, era enfilando la montaña. Calculé una hora y consideré si iba o no. Harto de la prudencia mantenida hasta el momento y desdeñando los consejos que siempre doy al personal, decidí emprender camino.

Conocía de la existencia de una calzada romana por la zona, y efectivamente, allí estaba, coincidiendo su trazado con el GR:1. Sube que te sube, iba notando algo así como una presencia, miré alrededor por ver si eran reses, había visto alguna boñiga…pero no, al alzar los ojos al cielo, me quedé helado. Algo así como una cincuentena de buitres leonados ( de ala a ala, casi 2 metros) trazaban círculos a mi alrededor. Sé que esos bichos, no atacan a nadie que ande…pero…por si acaso, empecé a agitar en el aire mi bastón y a lanzar gritos de aviso…Majestuosos, tomaron una térmica y se alejaron un tanto, no demasiado…Algunos de ellos estuvieron a menos de cinco o seis metros de donde me encontraba.

Ni que decir tiene que a partir de ese momento, un ojo iba mirando al suelo y el otro al cielo. Llegado al castillo, allí estaban encaramados más bichos alados.

El paraje valía el esfuerzo: un castillo derruido, una iglesia del S.XII y una capilla en ruinas y a mi alrededor en kms y kms…¡¡¡nadie!!!.
Menos mal que me había traido víveres y pude comer a resguardo de un muro. Por cierto el menú fue “moños con salchichón” ( una especie de pan de forma oblonga, feo pero ¡¡¡buénísimo!!!.

El regreso, pasito a pasito, me condujo de nuevo a la civilización. Tranquilizadora. Tanta Naturaleza a veces da miedo.

El pueblo que no cuidaba la estética de sus monumentos

El título recuerda las películas de la serie Milenium. Hace referencia a Ayerbe, el último pueblo que visité antes de volver a casa. Me desplacé hasta él, porque en la guías viene como monumental y además en él vivió su infancia y adolescencia Santiago Ramón Y Cajal. ¡ Vaya despago!. Monumentos sí que tiene, pero casi todos están atacados de añadidos que los afean hasta lo indecible. El Palacio de los Marqueses de Ayerbe, renacentista y grandioso, está atravesado¡ por una calle que lo parte en dos! Por si fuera poco,los laterales los han convertido en una especie de centro comercial cutre...

La casa donde vivió Cajal, transformada en moderno Centro de Interpretación que a saber lo que interpreta. Los escudos nobiliarios, con cenefas de cables a su alrededor...

Una tienda con su infame letrero en otro palacio…

Me largué rápido del pueblo, prometiéndome no volver.

En el reino de los Mallos, las paredes matan

Fue mi última visita y la reduje a conocer el pueblo de Riglos y sus alrededores. Imaginaros un pueblecito pequeño, muy pequeño, junto a unos enormes paredones rojizos, verticales que invitan a su ascenso.Son los famosos "Mallos", que han dado nombre a la comarca, pequeño reino en la Edad Media, gobernado por una reina.

Y es que la zona se ha convertido en icono para escaladores. Pero ¡ ojo!. Allí abundan las placas conmemorativas de los que dejaron su vida en el intento.

No pude disfrutar del espectáculo del atardecer incidiendo la luz en las paredes… estaba nublado.

1 comentario:

  1. Anónimo3/20/2010

    Hola Paco, soy Juan Carlos. Al leer tu crónica recuerdo el tiempo vivido en Huesca, en la calle del cisne, al lado del Coso y de la iglesia de San Pedro el viejo, realizando excursiones a la zona de Guara, visitando al botero de Ayerbe, asomándome a los mallos de Riglos, subiendo al Pirineo con Peña Guara. Huesca es un pueblo, la granja Anita, el casino, el parque Miguel Servet con sus pajaritas,las cuatro esquinas donde se juntan los dos cosos y sus callejuelas la hacen muy agradable de pasear. Un saludo y gracias por el recuerdo. Juan carlos

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