viernes, marzo 13, 2020

Viajes imaginados...Sagunto

Ya desde lejos, habíamos divisado las tres colinas semejantes a un tridente de Neptuno,que nos indicaban que Saguntum estaba cerca..



El  auletes, fue disminuyendo el ritmo del tambor y los remeros, espaciaron su impulso...
Nos acercamos hasta ver la laguna que nos impedía  acceder más cerca de la orilla..



Las barcas de fondo plano, sí que podían atravesar los cañaverales y llevar las mercancías hasta los carros que debían transportarlas hasta la ciudad..




De lejos, ya pude ver las murallas que las cercaban allá en lo alto..
Pero como el territorio ya era parte del Imperio, muchos ciudadanos ricos, se habían hecho construir bellas villas en el llano..
Cruzamos el río, por un puente de piedra, bastante derruido, pues aunque viera el cauce casi seco, me dijeron que de cuando en cuando, furiosas riadas, lo abatían y obligaban a reconstruirlo..



Allí junto al río, y antes de entrar en la ciudad, pude ver un circo que, aunque a menor escala, me recordó el Circo Máximo de Roma..




La entrada a la urbis, la hice por la llamada Vía del Pórtico desde la que pude ver que la ciudad era muy bulliciosa...



por sus estrechas calles, pude ir admirando los diferentes tipos de personas, provenientes de lugares cercanos...sus vestidos los identificaban como íberos, ya no belicosos, sino ciudadanos romanos...
El templo de Diana, en el inicio de la cuesta que llevaba al foro,se mostraba en todo su esplendor..



Algo fatigado por la dura subida, llegué al famoso teatro de la ciudad..




No era tan grande como el de Epidauro en Grecia, o el de Verona en Italia pero sus gradas, escena  permitían que la gente disfrutara con las obras que allí se representaban..



Por encima del teatro, las murallas rodeaban un gran espacio en el que destacaba el Foro, con su templo de la Tríada Capitolina: Júpiter, Juno y Minerva..

El paisaje que desde allí se divisaba, era impresionante..el Mare Nostrum a nuestros pies, la campiña verde con sus ricos cultivos..
y allá en la lejanía, Valentia, junto al Tirius...
Una vez entregadas las mercancías que llevaba, descendí hasta los barrios que con sus callejones, enfilaban las abruptas laderas, formando un lugar idóneo para las tabernaes, donde se encontraban mercaderías de todo el imperio..



Las últimas luces del atardecer, me hicieron buscar acomodo en las múltiples posadas que la ciudad ofrecía..


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