miércoles, julio 25, 2007

Senderismo por tierras de volcanes

Llegan los calores y dejamos el senderismo aparcado, pero este verano, me propusieron un viaje que no pude dejar de aceptar. Se trataba de recorrer “Le Pays du Sucs” en la Francia profunda, en el centro de la Auvernia. Se trata de una región de origen volcánico lo que da a sus antiguos cráteres ( sucs) una apariencia de moles boscosas, retadoras para el caminante.

Así pues, me planté en Beaux, un bellísimo pueblecito, apenas 200 habitantes, un conjunto de granjas y casa antiguas apiñadas alrededor de una iglesia románica. El paisaje, plenamente bucólico: vacas pastando, prados frescos, silencio…

La planificación de la ruta corría a cargo de mis amigos. Se trataba de una travesía de unos 50 kms, con una duración de tres días. Recorrería la zona del Loira, las Gorges del Arzón y la meta estaba fijada en una antigua y venerable abadía medieval, la Chaise Dieu.

Las previsiones meteorológicas daban lluvias y tormentas por la zona, lo que hizo que aumentáramos el contenido de las mochilas con ropa de reserva. El castigo fue llevar todo ese peso a lo largo de los tres días…¡ la espalda lo pagó!.
Desde Beaux, fuimos alternando las subidas y bajadas hasta llegar al único paso posible del río Loira por esa zona: el puente de Retournac. Da gusto ver ríos tan caudalosos, acostumbrados a los magros caudales de los nuestros.


Los descansos, aprovechando el paso por poblaciones, eran motivo de relax tomando unos cafetitos que restauraban fuerzas. Me costaba acostumbrarme al horario: a las 12 ya empezaban a comer.

Un prado con sombra, unos árboles frondosos, pan, jamón y queso, eran los ingredientes de la comida. Un rato de descanso y ¡ a seguir la marcha! . Ni que decir tiene que ese planning no me gustaba nada. Andar después de comer…ufffffff.

Lo mejor, el paisaje: prados, zonas boscosas, riachuelos… El camino no tenía pérdida, jejejeje. El guía llevaba la ruta marcada en un GPS. Hasta aquí, todo normal. Lo malo es que, la realidad no compartía la información del navegador. Donde debía haber un camino, los campesinos, se habían adueñado del mismo y : vallas, vacas, trigales… nos cortaban, una y otra vez, el paso.

Inasequibles al desaliento, saltábamos vallas ( ¡ mis pobres meniscos! ), espantábamos a las vacas y atravesábamos trigales y sembrados. Extrañamente, volvíamos a encontrar la seguida y así hasta el próximo obstáculo.

El primer día, pese a la Meteo, pasamos un calor tremendo. La mochila pesaba tanto, que consideré dejar la mitad de su contenido en cuanto llegara al hotel.
El alojamiento, un “Auberge du Pays”, era soberbio, así como la cena, con platos típicos de la zona, regado con buen vino francés.

El día siguiente, amaneció más fresco, pero sin la temida lluvia. A destacar la pérdida de un calcetín por parte del que suscribe. Se enganchó de unas ramas en uno de esos pasos por caminos virtuales y, aunque todos lo vieron, ninguno avisó de su presencia y allí quedó para la posteridad.
Como la ruta había quedado corta, el guía, en un alarde de … propuso visitar unas Gorges o gargantas que el río Arzón ha formado a lo largo de milenios. Allá que nos fuimos, esta vez sin GPS, aunque con las amigables señales de un PR.

La verdad es que el esfuerzo valió la pena. La soledad, lo agreste del lugar, las leyendas tejidas a lo largo de los siglos ( como la de la Dama Blanca, que en las noches de tormenta, se aparece a los caminantes y con gritos desgarradores, les indica el camino a seguir…que acaba en un profundo precipicio…¡ Menos mal que ni era de noche, ni había tormenta !).

Los riachuelos habían tomado el camino y nos obligaron una y otra vez, a vadear la abundante agua. Afortunadamente, el Gore-Tex me evitó más de un remojón. Pudimos atravesar finalmente el río Arzón por un oportuno puente y una terrible subida, nos devolvió a la civilización.
La llegada al segundo alojamiento, un antiguo convento, reconvertido en precioso hotel rural, nos alivió de nuestras penas. La cena, como siempre, regada con abundante vino, estuvo amenizada por la incansable conversación de la hostelera y los achuchones de un enorme San Bernardo, que respondiendo al nombre de Amadeus, hocicaba una y otra vez entre los contertulios.

Un reparador descanso, un nutritivo desayuno y….¡ a la ruta!. El trayecto, menos agreste que el día anterior, alternaba los caminos despejados con las intrincadas selvas o “forets” que, casi oscuras, daban un repelús y nos hacían acelerar el paso, buscando un horizonte más despejado. A destacar la consideración que se tiene en la zona por los caminantes. Oportunas áreas de descanso con mesas, bancos y hasta sobrillas para el sol...¡ una pasada!.

Por fín se cumplió el pronóstico y casi a las puertas de la Chaise de Dieu, empezó a lloviznar, justo cuando divisamos las torres de la Abadía benedictina.


Llegamos a sus puertas, recorrimos su claustro e iglesia, tomamos un refrigerio y …¡ el regreso!. El agua torrencial, nos indicaba cual hubiera podido ser nuestro destino si el tiempo no se hubiera mostrado clemente. No temáis, no nos mojamos. El regreso lo hicimos en unos oportunos coches que vinieron a recogernos en la puerta de la abadía.


¿Valoración final?...Precioso, encantador, a repetir

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