La jornada por tierras de Teruel, fue larga, amena y sobre todo, gratificante. Estuvimos desde el principio, en contacto con una Naturaleza salvaje, agreste, solitaria. Nos vimos pequeños ante tanta grandeza. Pero… vayamos por partes.
Al final, tan sólo Vicente respondió a la llamada de la montaña. Así que, los dos, sobre las 9 de la mañana, ya estábamos subiendo las duras cuestas que en las cercanías de Gea, llevan al acueducto romano que, a lo largo del río, trasladaba agua hasta Cella.
Atravesamos Albarracín y enseguida, empezamos a bordear el Barranco Hondo, impresionante cortado,que haciendo honor a su nombre, nos fue acercando al nacimiento del primer río, el Guadalaviar, como llaman por aqui al Turia. La sorpresa fue grande, pues del nacimiento sólo está el nombre. La sequía es tan atroz que, indagando con los lugareños, supimos que el agua tan sólo brota en primavera. ¡ Extraño!, pues en Albarracín el río llevaba bastante agua. Seguramente tendrá otros aportes. La ruta nos llevó hasta el Collado del Cubillo.
Allí, ante nuestros pies, el nacimiento de todos los ríos, la Vega del Tajo, el cortado del nacimiento del Guadalaviar, el alto valle del Cabriel...Tres provincias y dos comunidades confluyen en el lugar...Y de nuevo en ruta, hasta llegar a la Dehesa que une Guadalaviar y Calomarde. Quisimos seguir el Gr.8, pero los abundantes rebaños de reses..¿ pacíficas? ¿bravas? ¡ Qui lo sá ! nos hiceron desistir del intento.Nos fuimos hacia el nacimiento del Tajo. De nuevo, sequía y piedras.
Allí, lo que se veía era el monumento conmemorativo del nacimiento. Optamos por empezar a andar y nos encaminamos al valle alto del Cabriel. De nuevo las reses, nos hicieron recular. Buscamos un camino alto y con la seguridad que daba la distancia, fuimos recorriendo el valle y por fin vimos el agua. Unas pequeñas charcas en las que abrevaban las vacas nos confirmaron que allí, ante nuestros ojos, nacía el río Cabriel. Unos cuantos kms entre bosques nos hicieron abrir el petito. Pero antes de volver al coche, dscubrimos los restos de una cierva y fue de ver, el proceso de C.S.I que se desencadenó entre Vicente y el que suscribe.
¿ Quién mató al animal? ¿ Cúanto tiempo hacía? ¿Por qué le faltaban las patas delanteras? ¡ Tararí tarará!
De vuelta al nacimiento “oficial” del Tajo, dimos buena cuenta de las provisiones que continuamos con un buen café en Frías de Albarracín. El calor ya apretaba pero aún así, nos internamos en el Barranco de las Rocas en Calomarde.
Impresionantes cortados, grietas gigantescas, formas fantáticas.. y por fín…¡ el agua !. Pudimos ver cómo nacía el río Blanco, otro de los nombres del Turia. Un pequeño azud, el pantano de los Ahogados nos reconfortó con su frescor.
Continuamos la ruta y aunque era algo tarde, la complementamos con la visita a los Pinares del Rodeno, grandioso paisaje de inmensas moles rojas que, amontanadas entre los pinos, generan un espacio de tipo jurásico. De un momento a otro, temíamos ver levantarse a imaginarios seres que nos aplastarían con su enorme volumen.
Las pinturas rupestres de la Cocinilla del Obispo, pusieron punto final a una hermosa jornada de naturaleza plena.
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