Como en las antiguas disotecas, la ruta por Ademuz, tal como indica el título, tuvo dos ambientes. El primero fue siguiendo las indicaciones del libro Ruralturia, que marca el inicio en Ademuz y remonta los erosionados montes que lo rodean. La ruta era imprecisa, sin señales, confusas.
Ante los despistes que nos proporcionaba el seguir dichas indicaciones, optamos por incorporarnos al Sendero del Oro Verde.
Dicho sendero, recientemente marcado por el C.E.V, está todavía muy verde, pues se han limitado a poner unos carteles en los cruces más importantes. Lamentar la presenia de un basurero "controlado" que impresiona por su cercanía a una vía senderista, además de servir para que los animales salvajes; montón de cuervos y dos parejas de águilas, cambien sus hábitos alimenticios. Las fotos las podéis ver en el apartado "Barbaridades nada naturales" en mi blog. De todas maneras,las señales mencionadas antes, nos sirvieron para orientarnos hasta la hora del almuerzo. Este lo hicimos en una de las muchas cabañas de pastor o cucos, que encontramos a lo largo del día. Extrañamente, como podéis observar en la foto, comimos de pie y eso tiene una explicación. Miles y miles de pequeños gusanillos nos acechaban en cuanto nos sentábamos, así que optamos por almorzar deprisa y largarnos.
El camino no condujo a las queridas y amigables marcas del Pr, las cuales, ya sin problemas nos fueron acercando a Vallanca. Encontramos un pastor, que presa del "mono fumatorio", nos imploraba fuego para poder encender un pitillo. Al no fumar ninguno, tuvimos que dejarlo allí, lamentando su mala suerte. El tiempo se tornó amenazador y las negras nubes, fueron pisándonos los talones hasta que llegamos a la extrañamente vacía Vallanca. ¡ No había nadie por las calles!. Las casas cerradas, los comercios, bueno el único comercio, vacío. ¿La razón?. Todo, todo el pueblo se había marchado de romería a una ermita en el monte. En la misma plaza tuvimos que buscar refugio en unos soportales. La lluvia empezó a caer y esperamos que escampara.
El segundo ambiente de la excursión no tardó en hacer su aparición. La sequedad del primer tramo, se convirió en un maravilloso paseo por el río Bohigues, quien con sus cantarinas aguas y cascadas, nos encandiló. Frondosos parajes, verdor por doquier. Las crestas de las Hoces, todo, absolutamente todo, en armonía. Los comentarios de personal fueron unánimes: ¡ una preciosidad !
La lluvia nos fue acompañando, para desespero de alguno que olvidó el chubasquero en casa, y nos fuimos aproximando a Ademuz.
Todavía pasamos algun área recreativa, eso sí, totalmente solitaria y vacía y ya un poco tarde, hacia las 3, llegamos al pueblo. Después de más de 18 kms, la infinita calle nos cansó a rabiar, pero el llegar al restaurante, nos devolvió la energía. Una buena comida, una buena compañía, una buena ruta...¿ Qué más se puede pedir ?
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