A veces, cuando se escribe una crónica, se tiene la duda de si será fiel a lo ocurrido. Y en esta ocasión, la duda reside en si será creíble para quien no asistió a la ruta. Correremos ese riesgo y contaremos lo que pasó y tal como pasó. Si empezamos diciendo que tuvimos una oscilación térmica de 32 grados ¿ lo creeremos?. Al principio de la caminata, - 3 grados, ¡ sí menos tres ! era lo que marcaba el termómetro del coche. Tal era el frío, que lo primero que hicimos fue buscar un bareto, en el que, unos muy calientes cafetitos, nos entonaron y prepararon para lo que vendría. La ruta presumía de tranquila y bien marcada.
Un descenso por arcillosa senda nos acercó al Puente del Agua. Consulta de la información y ¡ adelante!. El clásico mar de nubes, fruto de la inversión térmica amenizaba la marcha. Pronto, una técnica de “destape” de jerseis, guantes, bufandas y toda la parafernalia para el frío y coronamos el collado. El camino seguía por una senda que poco a poco, nos fue acercando al impresionante vacío que formaba a nuestros pies el río Júcar. El que suscribe, avanzadilla del grupo, empezó a vacilar y a acortar su marcha. El “vértigus montañerus” empezó a hacer su aparición y llegó el momento de la gran decisión… ¡ de aquí no paso!. Si el camino ya era alto, estrecho y pelín “vertiginoso”, ¿qué no sería más adelante?. ¡ Definitivamente, no sigo!. Rápidas consultas y no queriendo acumular sobre mi conciencia el que el grupo renunciara a disfrutar de una magnífica excursión, opté por ofrecerme una alternativa. Yo regresaría hacia Jalance y llegaría al mirador del Júcar por la carretera. Nuestro buen amigo Pascual, aquejado de “vértigus solidarius”, se ofreció de acompañante y el grupo se dividió en dos, con la promesa de reencontrarnos en el mencionado mirador.
Vuelta hacia atrás, deshacer lo andado, bajar lo subido y ya de nuevo, otra vez en el inicio, junto al puente, emprender la marcha, larga marcha, altísima marcha, todo para arriba, hasta llegar al mirador, no, no el del Júcar, sino el de Jalance, donde almorzamos mano a mano.
Reconfortados por el ágape, vuelta al camino hasta llegar a las cercanías, del ahora sí, Mirador del Júcar. Antes, los walkies nos mantuvieron conectados con el grupo. Pero…casi en la meta, vimos con sorpresa que a pesar del rodeo y la mayor distancia… ¡ fuimos los primeros en llegar!. Y es que los compis y el que suscribe, con las interferencias, la distancia y otras gaitas, se habían confundido en las referencias de carreteras y allí, en el Morrón estaban esperando las indicaciones, sin contar con que las baterías se agotan. Los gritos hipohuracanados, atravesaban el barranco y ayudados por el eco, despistaban a tope.
Total, que volvieron a la senda y al poco, reagrupaditos, juntitos, ¡ nunca nos separaremos!,volvimos todos juntos por la larga, larga, muy larga y descendente ruta hasta Jalance. Al pasar por Casa del Pardo y de la Parda, no es broma el nombre (¡eh!), un termómetro en blanca pared, marcaba ¡ 29 grados!. El regreso al pueblo coincidió con la visita al bareto de la mañana, donde nos marcamos unas muy fresquitas cervezas para mitigar el calor que pese a estar en enero, nos aletargaba. Los consabidos parabienes, besos y hasta la próxima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.