Permitidme la licencia ortográfica de “encherate”. La verdad es que la ruta por Chera nos pareció magnífica. Me sorprendió por varios motivos: lo bravío del paisaje, lo pesado de la subida, la variedad del recorrido y la cantidad de pinos que pudimos ver a pesar de los terribles incendios que padeció la zona.
Decidimos hacer la ruta al revés con el fin de poder visitar, por este orden: las Cuevas de Garita, el castillo musulmán y coronar el Pico Nieve.
La intensa niebla que tuvimos en el punto de encuentro, nos hizo presagiar una mañana inapropiada para una ruta paisajística. A pesar de la falta de fe de alguno -no cito nombres- en cuanto nos acercamos a Buñol, el día se despejó y ¡ fuera problemas!.
A las 8.30 ya estábamos encarrilados por las señales…jajajajajajaaja. Lo de las señales fue el plato fuerte del día, pues en todo el camino veríamos cuatro o cinco, y ninguna en los lugares cruciales ( de cruces). Menos mal que sabíamos a donde íbamos y a pesar del GPS de alguno ( tampoco cito nombres), conseguimos ir alcanzando los objetivos propuestos.
El momento agradable del día fue el encuentro “in extremis” de uno de los participantes, al que habíamos dejado en L’ Eliana. Allí junto a las Cuevas de Garita nos reencontramos y albricias y vítores, Reagrupadas las huestes, optamos por dejar el visiteo de las cuevas para el regreso no sin antes visitar el castillo musulmán cercano. La visita cultural degeneró en una búsqueda desesperada de espárragos que hizo que el personal pasara de los efluvios históricos del monumento. Hay que hacer constar que la fiebre esparraguera continuó a lo largo de toda la ruta. A destacar el sentido solidario, pues al final de la ruta, se repartieron equitativamente el botín.
Emprendimos pues la laraaaaaaaaaaaaaaaa aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaga subida hasta el Pico Nieve. Lo pesado del camino fue compensado por el inmenso paisaje que se ofrecía a nuestros pies: la fosa tectónica del pantano, las crestas de Sot de Chera, el pueblo y sus diferentes barrios alejados entre si…..
Tuvimos que almorzar a medio camino, lo que no fue óbice para que, una vez reconfortados, continuáramos la subida, hasta coronar el pico.
La verdad, es que coronar, coronar el Pico Nieve, sólo lo coronó nuestro tardío compañero que no se conformó con lograr la subida en solitario, sino que nos deparó un susto al no hacerse visible hasta bastante rato después. La excusa que dio es que tomó la pista en sentido contrario cuando descendió del Olimpo. ¡ Nos lo creeremos!.
La bajada fue algo más rápida, pues fuimos atajando y ahorrándonos algunas curvas. La anunciada visita a las cuevas, nos deparó encuadres fotográficos de los que se da fe.
Innumerables escaleras, pasamanos, puentes y demás, conviertieron la visita en un agradable paseo hacia las alturas que no hubiera sido posible de otra manera. Sorprendentemente la cascada de agua, lucía en todo su esplendor. Sin embargo,unos metros más allá pasamos frente a unas tristes ruinas que a pesar de su maltratado aspecto, evidenciaban un pasado más glorioso.
Efectivamente, se trataba del Palacio del Conde, erigido por la familia Mompalau (Condes de Gestalgar) a finales del s. XVI o principios del XVII, Su aspecto actual, contrasta con el que tenía en los años 50, cuando fue adquirida por un sujeto que la compó para aprovechar la madera de las vigas, derruyéndola y dejándola en el estado en que se encuentra.
Me pregunto…¿qué hicieron Ayuntamiento, Diputación, Ministerio de Cultura? ¡ Triste, muy triste!
Cumplida la visita nos dirigimos a los coches pero ¡ oh sorpresa!, nuestro tardío amigo se reconcilió con nosotros descubriendo una casa rural en la que servían fresquísimas cervezas.
Dicho y hecho. Nos sentamos ante las birras y dimos por acabada una estupenda jornada senderista.