Por Bejís...nos fuimos de pinchos

Por dificultades técnicas, no puedo poner por ahora las fotos. Intentaré ponerlas más adelante. sorry)

Vale, lo normal es que penséis que, en lugar de caminar, nos dedicamos al muy noble arte de degustar pinchos, tapas, aperitivos y demás lindezas, pero ¡¡¡¡no!!!!. Lo de los pinchos viene porque la senda que estuvimos recorriendo toda la mañana, abundaba en esa especie alargada, puntiaguda, molestona, que ,bajo diferentes especies: aliaga, zarza, o esparraguera borde, hizo la vida imposible a más de un@.
Bueno, pinchazos aparte, la ruta estaba concebida además de lo de caminar, el hacerlo por una zona que está “en pié de guerra”. El paraje es de lo más abrupto, solitario y natural que podáis imaginar. Pequeños valles, bastantes cerrados, con una vegetación restauradora de pasados incendios. Una senda, el Gr-7 lo atraviesa. Unas pequeñas aldeas lo decoran. Pues todo eso se lo quieren cargar con una explotación minera a cielo abierto que hará que de todo lo anterior, no quede sino el recuerdo. Por si acaso, nos hicimos la foto recordatoria. Emprendimos la marcha junto al acueducto, recientemente restaurado, o “desgraciado” según se mire. Las señales nos condujeron por una pinchosa senda, cuando, a dos pasos, teníamos una despejada pista que llevaba al mismo sitio. Una constante subida, nos acercó a la aldea de Arteas de Abajo, en cuyos balcones ondeaban los carteles opositores a la mina. Por una antigua y perdida senda, nos acercamos a la otra aldea Arteas de Arriba, donde almorzamos en la fuente que, con diferentes carteles, distribuía el líquido elemento a bestias, personas o lavadores. Un extraño manto blanco ( la pelusilla de los chopos) tapizaba de alba capa el entorno. El regreso, por el mismo camino, excepto el tramo pinchoso, que esta vez recorrimos por la pista, nos condujo directo al “Tren que pita”, donde nos tomamos la cervecita, además de firmar en unos pliegos ad hoc nuestro rotundo, “NO A LA MINA”.

Despedida afable, adioses y ¡¡¡ hasta la próxima.