Sé que se está convirtiendo en un tema recurrente, pero...¡ me gusta el otoño!. Me encanta volver a los sitios que conozco y que he visitado en otras épocas del año, y disfrutar de la luz tenue, los colores ocres, amarillos, naranjas, unos suaves, otros chillones.
La festividad del 1 de noviembre parece que llama a este tipo de rutas. Sucumbí a la tentación y allá nos fuimos. La ruta, no por conocida es menos atractiva. Primero el aproximarse a Los Cloticos¡ demasiada gente dominguera!. Seguimos por la senda de la margen izquierda del río, que nos fue aproximando al Molinar. Esto ya fue otra cosa: silencio, quietud, ¡ nadie!. La pista entre pinos fue bajando hasta el riachuelo que baja del Resinero. Atravesamos la minsa corriente y allí fue la duda: izquierda Quiñón arriba, derecha el nacimiento. Dejamos para una próxima excursión el Resinero y nos aproximamos al nacimiento. ¡ Pobre nacimiento: seco, sin gota de agua!. Sin embargo, allí estaba el otoño en su máxima expresión.
Un ligero descanso y quien se atrevió, remontó la Rambla Seca. El viajero ¡ ya sabe, los meniscos!, prefirió quedarse a la entrada disfrutando de la explosión cromática. El regreso, tranquilo y reposado, nos dejó junto al manantial de los Cloticos, donde recuperadas las fuerzas "papeando", emprendimos el regreso hast Bejís y desde allí¡ a casita!.
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