La hora que era temprana, hizo que las calles estuvieran vacías. No fue problema, porque la ruta está excelentemente señalizada. Las recientes lluvias habían llenado el pantano de Ajuez. La calma matinal hacía que las cercanas cumbres, se reflejaran en el agua.
Pronto, los canchales hicieron acto de presencia, haciendo la marcha más trabajosa. No nos importó, pues el premio de la excursión estaba cercano. La Fuente Fresca, escasa de caudal, nos fue hurtando su presencia.
Sin embargo, la perseverancia tiene su premio y al final dimos con ella. Hizo honor a su nombre y nos sirvió de un agradable refresco. Los helechos, de casi un metro de altura, daban un aire selvático a la zona.
Los riscos de rodeno, vigilaron nuestra subida hasta la mina del Hembrar, Contemplando los restos de arqueología industrial, casi podíamos escuchar el fragor de las vagonetas, los gritos de aviso de los mineros, el acre olor del agua estancada…el pasado salía a nuestro encuentro.
Remontando el collado, llegamos a una excelente pista que ,con el premio de magníficas vistas, nos condujo al pie de la nevera de Castro. La subida la realizamos por camino diferente a otras veces. Una muy empinada senda nos fue llevando entre los restos de fortificaciones de la guerra civil hasta la restaurada nevera. El efecto era el de un ovni, reluciente al contraluz.
La foto parecía la previa a una ablución. Decidimos almorzar en el vértice geodésico del Nevera, renunciando a hacerlo en la cercana cumbre, repleta de antenas.
Como siempre en el Espadán, el comedor tenía vistas maravillosas de las que disfrutamos en silencio. No imaginábamos que estábamos siendo observados. De pronto, un senderista apareció ante nosotros y , como es obligado en la montaña, entablamos conversación. El día iba de gentío. Al poco, un nuevo encuentro, esta vez, casualidad de las casualidades, con un antiguo alumno del que suscribe, Hacía nada más y nada menos que 25 años que no nos veíamos. Lógicamente, pegamos la hebra y rememoramos pasados momentos.
El descenso, entre minas abandonadas, nos condujo a las cercanías del embalse, esta vez por la orilla contraria a la ida. Nuevas voces en el barranco, nos ponían de manifiesto que el senderismo, en según qué zonas, puede ser hasta casi “multitudinario”.
¡ Sorpresa !.A la una, estaba tocando la campana de la iglesia y ya habíamos terminado la ruta. ¡ Hasta la próxima !